“Creo que se están consolidando escenas regionales, que ya no miran a Buenos Aires como el único destino”.
La reflexión de Pablo Guiot, que es la de numerosos artistas del interior, más se asemeja a una expresión de deseos que a una realidad; porque finalmente es muy difícil abrirse camino en una ciudad en la que trabajan centenares de artistas y en la que, a diferencia de 15 años atrás, la difusión se ha descentralizado totalmente. Hasta el 2000, aproximadamente, existía un circuito limitado: una docena de espacios y galerías en el centro, y tres o cuatro museos, recorriendo avenida Libertador. Tanto se ha ampliado ese circuito, que eso es lo que hoy existe en cada uno de los barrios como Palermo, Puerto Madero y San Telmo.
No obstante, la instalación en Buenos Aires aparece para los artistas como una oportunidad que no tienen en sus ciudades; una tentación que, igualmente, puede cargarse de frustraciones.
Durante esa década, una legión de tucumanos se mudó a la gran ciudad; muchos regresaron “sin pena ni gloria”, pero otros tantos permanecen, a menudo viviendo de otras actividades.
Pablo Guiot nunca terminó de emigrar, pero desde que pisó Buenos Aires obtuvo un gran reconocimiento. Hoy tiene un pie allá y otro en Tucumán. Ha participado en distintas ferias y pasado por diferentes galerías y espacios; fue uno de los fundadores del grupo El Ingenio y La Punta. Con sus performances y dibujos ha atrapado la atención del mercado en más de una oportunidad. Y junto a Sandro Pereira, debe ser el artista con mayor reconocimiento, exceptuando, claro está, a los de otra generación, como Víctor Quiroga, Enrique Salvatierra o Guillermo Rodríguez.
Durante estos últimos 15 años, críticos, curadores y estudiosos han considerado que la escena artística local no tenía nada que envidiarle a Buenos Aires o a Rosario, por caso, y que era una de las más vitales. Pero la visibilidad nacional es otra cosa.
Es complejo lograr el reconocimiento cuando existe una oferta que, por lejos, supera a la demanda (son las leyes del mercado).
No obstante, a artistas como Pablo Guiot les resulta más sencillo encontrar quien compre sus dibujos en Buenos Aires que en Tucumán.